Mendoza cuenta con una rica variedad de especies que conforman el arbolado urbano a la que se le suman las que podemos encontrar en el Parque General San Martín y las diferentes plazas departamentales.
Dentro de ese sinnúmero de árboles que nos brindan su protección mediante la sombra, la eliminación de parte de la polución que generamos, y demás beneficios, encontramos al “olmo” en sus distintas variedades.
Existen numerosas especies de esta planta a la que se le atribuyen propiedades medicinales tanto a sus hojas como a su corteza y que van desde tratamientos para afecciones digestivas, como para algunas afecciones respiratorias, como cicatrizante y dolores articulares por golpes, etcétera.
Algo que «es evitable» en nuestra provincia, pero en ocasiones la vorágine de lo inmediato relega lo importante, es encontrarlos en malas o muy malas condiciones producto del ataque del “cascarudo del olmo” (Garelucella luteola = Xanthogaleruca luteola).
Este insecto se alimenta de las hojas dejando de ellas solamente las nervaduras y no solo lo hace en su estado de larva (como se observa en la foto) sino que también en su etapa de adulto.
Es de fácil control pudiéndose hacer mediante agroquímicos o mejor aún con control biológico. Es importante destacar que desde el inicio de la primavera hasta finales de verano pueden producirse hasta cuatro generaciones de este insecto y los tratamientos a emplear deben incluir el tronco (es por donde las larvas bajan al suelo para transformarse en adultos y es también el lugar donde los adultos se refugian para pasar el invierno) y las hojas de las que se alimentan.
Para finalizar regreso al título que dice “un árbol ya no tan común en Mendoza”, esto se debe a que en algunos casos el daño recibido por esta plaga ha sido tal y reiterado a lo largo de los años que si se encontraba en una casa, el propietario lo erradicó directamente y otros fueron reemplazados por otras especies con menores problemas sanitarios.