Aprendiendo gracias a tus clientes

Un aprendizaje continuo gracias a Marcos

(Aprendizajes «necesarios» entre líneas)

El otro día te conté que tengo un cliente un tanto difícil al que no le gustan las imperfecciones y que pareciera ser amante de los tigres lisos.

Pero no te dije lo más importante.Este cliente es el que me ha permitido aprender y crecer más.

El que sea difícil no significa que no lo aprecie, o que desee borrarlo de mi selecta lista de clientes.

Lo que pasa es que a veces resulta complicado lograr un determinado nivel de perfección cuando se trabaja con la naturaleza.

Una pequeña mancha amarilla en el césped, un aspersor que no se ve desde lo lejos porque está tapado por el pasto y una rama que sobrepasa una altura determinada, son todos motivos de objeciones.

Cuando sus observaciones me pillan con el ánimo por lo bajo, pienso que sale al jardín como sabueso en busca de algún detalle para marcar.

Un acá hay algo!

Como si internamente disfrutara de ese hecho minúsculo hallado.

Uno está permanentemente nervioso mirando todo el jardín, pero siempre algún detalle se termina pasando, somos humanos.

Con los años he logrado cierta simpatía por él y su genio.

Sabemos que los períodos sin objeciones se deben a que hacemos las cosas bien.

Y aquellos en los que hay críticas, las tamizamos para ver si son nuestros errores o recibimos el coletazo de otros problemas.

Vamos, como se dice, somos el “chivo expiatorio”.Marcos comenzó su empresa desde cero, descubrió un “nicho de mercado” y lo aprovechó.

Actualmente tiene decenas de empleados y plantas en varias provincias de Argentina.

Y lo considero un hombre de éxito profesional.

Algunos de los puestos de trabajo tienen gran rotación porque busca la perfección.

Nosotros llegamos a sus jardines luego de otros cuatro jardineros en un periodo de menos de cuatro años.

Al momento de escribir estas líneas llevamos casi nueve años juntos y sumamos dos objetivos más de su misma propiedad.

Ahora, retomando con la experiencia adquirida, estoy agradecido por lo aprendido gracias a él.

Más allá de la formación adquirida en el manejo de áreas verdes, continúo capacitándome y aprendiendo sobre nuevas técnicas.

También estoy trabajando en cuanto a mi perfil profesional y de relaciones con los clientes.

¿El objetivo?

Saber reaccionar a determinados planteos sin sentirme agredido, ni agredir con mi respuesta.

Poder dar explicaciones en lugar de excusas. Y saber ponerme en lugar del cliente, su cariño al jardín y respeto por el dinero que invierte para que todo esté de maravillas.

Pero en ocasiones debo de contener la sonrisa cuando frente a un planteo inminente me dice: “fíjate ese… (acá su observación) …y no me vengas con tus libritos, yo veo los resultados”.

Marcos tiene muchas virtudes como cliente, invierte lo que haga falta en su jardín, y desde ese punto exige con todo su derecho.

Más de una vez he sentido la frustración en mis huesos porque habiendo hecho todo lo necesario, los resultados no son los esperados.

Como el caso de la mancha amarilla en el césped que te conté.

Otras veces ocurren situaciones que rozan lo inesperado, como aquella oportunidad en la que se me dijo que un árbol estaba seco (sin hojas) porque yo había descuidado el riego.

El momento de reflexión, diálogo sereno y más no se podía dar, evidentemente conflictos internos de la empresa habían hecho Marcos que olvidara que estábamos en invierno y el árbol también.

Historias como ésta hay varias, y otras tantas en donde él tenía toda la razón sobre algunas cuestiones que habían ocurrido.

La macana más grande que recuerdo fue cuando el césped frente a la oficina, que por aquel entonces era kikuyo (Pennisetum clandestinum), tuvo en pleno verano más rayas que un tigre o una cebra.

Kikuyo al mejor estilo “animal print”. 

Un joven empleado aplicó manualmente y de forma horrible el fertilizante quemando la hierba en donde había caído.

Pensé en ese momento que se acababa el contrato, pero su viaje de vacaciones nos dio el tiempo suficiente para recuperar el jardín y evitar que rodaran cabezas.

Creo que más allá de las discusiones que hemos tenido, me respeta tanto como yo a él.

En mi interior le estoy agradecido, como dije antes.

El saber controlar los impulsos y tratar de ver el vaso medio lleno me ha permitido obtener aprendizajes allí donde parece que no los hay.

Te invito a tratar de entender a tus clientes, a leer y aprender sobre inteligencia emocional.

Te ayudará en esos momentos difíciles.

Para finalizar, si tienen una historia que quieras compartir te invito a hacerla en los comentarios o envíamela por correo si deseas que la publique.

Muchas gracias y hasta la próxima historia con “aprendizajes” entre líneas.

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