Cómo podar ramas en un árbol

Un doloroso desgarro que marcó mi carrera.

(Una historia de «poda» entre líneas)

Tres de la tarde, julio de mil novecientos ochenta y tantos.

La fecha no la recuerdo con certeza, pero sí que era sábado. Y quizás 1987.

Por aquel entonces era un joven adolescente jugando a ser jardinero en el patio de la casa de mi abuela.

Estudiaba en un colegio con orientación agrícola y hacía alguna que otra práctica en un centro de investigación de zonas áridas.

Me habían apodado “el hombre verde” en el colegio porque no hacía nada fuera de mi mundo vegetal.

Para mi abuela era el nieto con “mano verde”, o eso era lo que en mi imaginario existía.

No sé si donde estás también le llaman así “mano verde” a cuando por alguna extraña razón cualquier brote de planta, estaca, semilla o lo que sea que colocas en la tierra, prende y obtienes una nueva planta.

Bueno, ése era yo por aquel entonces.

Me gustaba la poda y creía conocer todos sus secretos.Lo creía hasta ese momento…

Como todo adolescente que “conoce todo lo que hay que conocer”, porque en el colegio se lo enseñaron.

Me armé de herramientas para trabajar en el patio de la casa de mi abuela.

Tengo todavía en mi “recuerdo auditivo” la voz de ella diciéndome:“Nene (porque así no le escapaba con el nombre a ninguno de los 12 nietos) ¿te animás a podar el ciruelo que está muy grande? porque el señor que venía desde hace un par de años le perdí el rastro y no consigo a nadie de confianza.

Cuando te hablo del recuerdo auditivo es porque me pasa que cuando evoco esa y otras situaciones escucho literalmente en mi cabeza su voz.

¿A vos también te pasa o me estoy volviendo loco?Tal vez sea la edad.

Bueno, irse por las ramas también me pasa seguido y eso seguro es por la edad.

Volviendo al pedido de mi abuela, le dije que no había inconveniente y le pregunté qué ramas quería podar.

Ella dulcemente dijo: todo el árbol, tiene muchas ramas y cuando dé los frutos se van a quebrar por el peso.

árbol frutal

Y era sí, yo lo había visto unos años antes.

Una rama se quebró y quedó colgada apoyada en el piso.

Las tortugas que ella tenía y que mi abuelo había rescatado del campo, porque un “salvaje” les había hecho un agujero en el caparazón y las tenía atada, se dieron un verdadero festín aquella vez.

Ahora tenía que intervenir, era mi responsabilidad dejar ese frutal podado como todo un profesional.

Recuerdo que como no tenía escalera me trepé a la copa para cortar las ramas más altas e ir seleccionando la cantidad de ramitas que darían luego origen a las flores y luego a los frutos.

Creo que estuve algo así como dos horas podando y cortando ramas con la tijera de poda y el serrucho que llevaban en la familia el doble de mi edad y una experiencia que me atrevo a decir que era del triple.

La tijera de tantas afiladas había quedado reducida a una pequeña navaja y su contrahoja.

Y el serrucho…

El serrucho, madre mía, le faltaba un cuarto de sus dientes, y los que quedaban formaban una fila perfecta uno detrás de otro.

El cuchillo del pan cortaba más.

Pero mi orgullo y yo seguimos adelante y terminamos la tarea.

O eso creímos.

Para ese momento, ya no me podía sostener parado fácilmente.

El equilibrio en las ramas temblorosas me había agotado.

La parte de la espalda que pierde su buen nombre, me pesaba demasiado.

Llamo a mi abuela para que vea “mi obra maestra” y ella sonriente me dice:

“nene, cortá por favor también esa rama porque molesta al vecino y a mí cuando camino por ahí para regar”.

Mi cuerpo decía “nooooooo”.

Pero mi boca expresó otra cosa: “bueno abuela ahora la corto”.

Levanté la mirada para absorber la dimensión de la rama y cuánto era lo que le podía molestar al vecino y eran apenas unos 30 centímetros.

Más arriba, las ramas del cedro “del vecino”, invadían el espacio aéreo del patio de mi abuela por más de dos metros.

Ella era muy buena y nunca se quejó para estar bien y vivir en paz.

Era hora de un último esfuerzo.

Miraba el serrucho pidiéndole que por favor colaborara con el trabajo, pero no lo hizo.

Comencé a cortar, iba y venía la hoja sobre la rama para desgastar apenas un cuarto de milímetro.

Unos quinientos vaivenes después, no salía humo por la fricción con la madera, pero sí olor a quemado.

Vaivén número 501 escucho un crujido de madera, pero no observé nada.

Vaivén 502…

Vaivén 503… fuera abajo!

La rama cae al piso antes de que la terminara de cortar y arrastra con ella parte de la corteza del tronco.

Un tremendo desgarro había ocurrido.

corte tronco con desgarro corteza

Mi abuela sale corriendo de la casa a mi encuentro luego de escuchar la estruendosa caída esperando que nada me hubiera pasado.

Yo estaba ileso físicamente.

El ciruelo, desgarrado.

La paciencia y comprensión de ella mitigaron el dolor que sentía en mi ser por lo ocurrido.

Fue un desgarro muy doloroso, esa herida me acompañó durante muchos años hasta que de viejito el árbol se secó.

Llegado el lunes siguiente me dirigí a la biblioteca del colegio en busca de un libro con la explicación de cómo tenía que hacer para cortar ramas gruesas.

Y aprendí lo siguiente:

“Se debe realizar siempre un triple corte. El primero (1) por la parte inferior de la rama y separado del tronco. Luego se corta la rama desde arriba y en una posición más alejada del tronco (2) y ésta al caer no arrastra corteza porque está el corte inferior para evitarlo.

Finalmente se corta el resto de la rama que quedó en un corte limpio siempre empleando herramientas con filo y bien cerca del tronco pero nunca al ras (3)

Te dejo un dibujo en el que marqué los cortes para que no te equivoques como lo hice hace más de treinta años.

orden de cortes en ramas gruesas

Si lo deseas podés aplicar una pasta cicatrizante para que no se pudra la madera dentro de unos años.

Hay quienes pintan el corte con látex al que le agregaron un fungicida y un insecticida.

Te dejo a tu criterio qué hacer aquí, pero es fundamental que esté bien hecho el corte para que la cicatrización de la herida sea perfecta.

Si quieres mi opinión, yo no uso ningún tipo de producto sobre el corte.

La planta tiene mecanismos para cicatrizar que aislarán la madera que se muere en el corte para que cuando se pudra no afecte a otros tejidos.

De allí la importancia del corte perfecto para que este proceso se lleve a cabo perfectamente.

Los productos aplicados retardan ese secado natural de la madera y por lo tanto son contraproducentes a mi criterio.

Pero como siempre digo “cada maestrito con su librito”.

Si te gustó la historia, no te olvides de dejar un comentario y compartirla.

buena cicatrización

En la fotografía se observa cómo el árbol ha cicatrizado correctamente y los tejidos que se desarrollaron han cerrado completamente la herida luego de unos años.

El reborde que se distingue marca la posición del corte de la rama.

secuencia de cortes

En la secuencia de fotografías se observan los tres pasos o cortes.

En la imagen de la esquina superior derecha es visible el inicio de desgarro que no avanza gracias al primer corte.

4 comentarios en “Cómo podar ramas en un árbol”

  1. Hola Claudio, te felicito por compartir tus experiencias y no te critiques si explicando algo te vas por las ramas (no estas loco) yo hago lo mismo y despues me pregunto «porque estoy hablando de esto» al darme cuenta que me pegue tremendo desvio del tema principal… Solo enriquecemos la conversacion.. Jajaja.. Un saludo.

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