El asesino vegetal: parte dos“el agua”
(Un aprendizaje de “cuidados” entre líneas)
Pero antes de comenzar quiero que sepas que para el presente relato no se maltrató ninguna planta.
Simplemente se relatan situaciones “ficticias” que es muy probable que las conozcas porque te las contaron. ¿No?
Bien, vamos entonces al relato.
Pero si deseas ir derecho a los aprendizajes, se encuentran al final de la historia.
Luego de una semana de lluvias y de estar encerrada en el departamento Julia mira a su alrededor buscando en qué emplear el tiempo que le queda cuando finaliza su jornada de trabajo en remoto.
En ese momento piensa en la posibilidad de iniciar alguna actividad del tipo recreativa o tal vez estudiar algo.
El recorrido mental empieza al observar la lámina de un cuadro del comedor.
Una escena pintada por Dalí.
¡Pintura!, se dice así misma.
Casi medio segundo después lo descarta porque en su mente realiza una lista de pros y una de contras en donde la segunda es interminable. Que la pintura, los pinceles, los marcos, los… los…
Es mucho dinero y no sé si me va a gustar.
¿Y si estudio algo? Es lo siguiente.Como trabaja en el área de informática consideraba desde hace tiempo la necesidad de desarrollar sus habilidades en las relaciones personales y la venta.
Acto seguido…
Otro pensamiento.
“Estoy todo el día dale que dale en el trabajo, debo hacer algo distinto.”
Sigue mirando a su alrededor y sobre la mesa hay una carpeta tejida al crochet por su abuela Carmen.
Se detiene en los recuerdos de ella, sus manualidades y la cocina.
¡Cursos de cocina!Esta vez, lo dijo en voz alta.
Cerró los ojos. Casi podía oler las empanadas, el pastel de papa y cada uno de los platos que se le venía a la memoria.
La nueva lista comienza a tomar forma.
Cosas a comprar: vajilla, utensilios de cocina, ollas, balanza, etcétera, etcétera.
Hizo números y el gasto que representaba una actividad así era mayor a lo que deseaba hacer.
Nuevamente piensa en su abuela, pero ahora, el crochet. No es una opción, se dijo a sí misma, no tengo paciencia para eso de los nuditos y la agujita.
Los recuerdos trajeron consigo las plantas y el amor con los que su abuela las atendía.
¡Eso sí!, unas cuantas plantas y luego las cuido y las riego y las mimo…
Al día siguiente está todo el día mirando con ansias el reloj esperando terminar su trabajo para ir de compras antes de que cierre el vivero.
Cuando se hacen las seis de la tarde, apaga la computadora y ordena todo.
¡Al vivero se ha dicho! Exclama con alegría.
Como no sabe todavía qué va a elegir decide ir en el auto por si se entusiasma comprando y sus manos resultan insuficientes.
Da sus primeros pasos dentro del centro de jardinería.
Pasos suaves y espaciados.
Presos quizás de la timidez e incertidumbre sobre lo que estaba por hacer.
Un gigantesco signo de interrogación se veía en su mirada.
Carlos estaba acostumbrado a esas primeras experiencias con las plantas que sus clientes tienen. Se acerca a Julia y se presenta ofreciendo ayudarla en lo que necesite.
Ella lo mira, asiente con la cabeza y dice: Ok, sólo estoy mirando.
Mirando es un decir.
Había tantas cosas y tantas plantas que ya estaba mareada.
Si algo la caracterizaba, era su gran capacidad para elegir algo y segundos después cambiar e ir por otra cosa.
Lo que se dice “indecisa” al momento de elegir cosas personales.
Finalmente opta por comprar varias alegrías del hogar (Impatiens walleriana) por tres razones:
- Las había visto en la casa de su abuela
- Tienen flores y aportan color
- Eran económicas.
El lugar en el departamento ya estaba reservado.
Misma luz y ubicación que en la casa de su abuela.
Junto con las plantas compró una jardinera para colocarlas.
Piedras en el fondo para el drenaje, un poco de tierra, las plantas, más tierra y riego abundante.
Los primeros días todo marchaba de maravilla.
En cada pausa que hacía en sus tareas iba las miraba y les hablaba.
Luego de una semana, un cuadro distinto se mostraba en la jardinera.
Las plantas, tristes.
María era la más afectada, la que estaba más cerca de la ventana.
Perdona, no te dije que les puso nombres a sus nuevas compañeras.
La de flores blancas es María, la segunda Rosa como sus flores y la tercera, de color rojo, es Marcela.
Ahora sí, como te decía María era la más afectada.
Las ramitas estaban hacia abajo, cual brazos al costado del cuerpo con los hombros caídos hacia adelante, y las hojas tocando el suelo.
Rosa y Marcela estaban levemente mejor.
Pero tristes también.
Les habló por media hora, tal como veía a la gente mayor con sus plantas y animales.
Nada cambió.
Al día siguiente las tres yacían sobre el suelo de la jardinera.
Mientras las observaba, una lágrima derramada por la angustia cae sobre ellas.
Ahí mismo, y a la velocidad del rayo, lleva su mano derecha hasta la frente.
¡No las he regado! En qué estaba pensando pobres plantas.
Un litro de agua recién salida del grifo baña las plantas y colma la tierra para sus compañeras de piso.
Pasaron los días y nada bueno ocurrió.
La deshidratación fue irreversible.
Quince días después.
Lunes, seis y media de la tarde se dirige nuevamente al encuentro con Carlos que solo con verla llegar a su vivero intuyó lo sucedido.
Así que no hizo más preguntas que la tradicional ¿en qué puedo ayudarte?
Carlos, quiero llevarme otras tres plantitas para mi departamento, expresó tristemente.
¿Alguna en especial?
No, las mismas de la vez pasada.
Alegrías del hogar.
Las llevó y colocó tal como la vez anterior.
No les puso nombre así no se encariñaba tanto por si algo ocurriera con ellas.
Se aseguró de regarlas de forma abundante y a diario.
Pasado un mes, y como las temperaturas aumentaban, incrementó la dosis de agua.
Esta vez colocó la jardinera dentro de otra más grande y sin orificios de drenaje para que el agua que salía de la primera quedara allí para que la pudieran reabsorber.
Es increíble como con un poco de agua las mantiene verdes y lozanas. Pensó.
Con el transcurrir de los días la cantidad de agua en la segunda maceta llegaba al borde mismo y dejó de regarlas hasta que ésta se agotara.
En un abrir y cerrar de ojos otra vez las plantas por el suelo.
Se desplomaron las tres sin previo aviso.
Desolada busca una explicación en su cabeza, un recuerdo, algo que pudiera indicar qué pasó.
Esta vez que el agua no le faltó.
Saca una de las plantas como para realizar una autopsia.
¡No tiene raíces!
La observa en detalle y descubre que se habían podrido.
El exceso de agua también es malo, concluyó.
Dos fracasos en su haber no la desanimarían.
De nuevo al vivero pero esta vez a paso firme y con una lección aprendida.
Martina, Julieta y Andrea, las tres alegrías del hogar viven felices desde hace más de un año y tienen nuevas compañeras de piso.
La lección sobre el riego fue superada.
Aprendizajes:
- El riego es fundamental para todas las plantas, incluso aquellas que a priori creas que no les hace falta como los cactus.
- Una falta leve de riego puede generar un marchitamiento por deshidratación que es reversible.
- Una falta importante genera un estrés y deshidratación irreversible que puede determinar la perdida de la planta.
- El exceso de agua posibilita el desarrollo de hongos y la consecuente pérdida de raíces por pudrición. La planta normalmente muere habiendo pasado en algunos casos por un periodo de buen crecimiento en respuesta a esa pérdida de raíces.
- Riega tus plantas una vez que observes que el sustrato con poca humedad.
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