Paaa, vení a ver ésto!

Paaa, vení a ver ésto!.

(Un aprendizaje “obligado” sobre colibríes)

Dicen que no todo está perdido cuando se intenta hacer algo con el corazón.

Bueno, este es el caso.

Hace más de un par de años fui con mi hijo mayor a trabajar en unos detalles del jardín de una cliente y amiga.

Una casa de fin de semana.

Cercos verdes, rosales, olivos, algunos frutales y los canteros con aromáticas tienen tantos años como la casa.

La construyeron sus padres hace más de 30 años.

El jardín tiene un sector que cuando lo conocí, llamó mi atención.

El cerco de thujas del fondo del patio, y al norte del terreno, está separado del límite dejando un pasillo.

Le pregunté a Carina, la actual propietaria, el por qué de ello y respondió lo siguiente:

“Cuando mis padres compraron el lote y construyeron la casa, no había vecinos todavía. Y ese sector era el de la huerta de mi papá”.

Te cuento que hoy no se reconoce el lugar como sector para huerta.

Hay vecinos y cercos verdes que hicieron del lugar un pasillo angosto de suelo desnudo y sombrío.

Lo cierto es que los cercos se recortan y curan cuando están afectados por hongos o insectos.

Ese día tocaba recortar la “parra híbrida” que venía del vecino.

Preparo el cortacercos de altura, lo arranco y podo toda la cara del cerco para recuperar el terreno perdido.

Te conté al principio que se trataba en aquel entonces de una propiedad de fin de semana.

Nosotros trabajamos en ese jardín una o dos veces al mes, por lo que las plantas y la vida animal encontraban y encuentran allí un refugio tranquilo.

Termino de perfilar la parra y mi hijo comienza a recoger los restos verdes.

A los cinco minutos escucho el inconfundible “paaaa, vení a ver ésto!”.

Mi trabajo había derribado un nidito minúsculo de colibrí con un pichoncito.

La tristeza fue muy grande al comienzo.

Lo observo bien sin tocarlo.

Busco unos guantes nuevos que llevaba y no tenían mi olor, lo alzo con cuidado y lo veo en perfectas condiciones.

Era hora de ver cómo salvar al pequeño.

¿Podremos alimentarlo?

¿Qué es lo mejor que podremos hacer por él?

A investigar en Internet.

Cedo la posta a Fabrizio para el cuidado de la minúscula ave. 

Los resultados fueron asombrosos, la especie en cuestión no tiene olfato desarrollado o algo andaba mal por ahí.

Ésto hacía que no abandona a su cría por haber estado en contacto con humanos.

Los distintos sitios coincidían en que deberíamos reconstruir el lugar y que si la madre aparecía y encontraba el nido continuaría con la crianza como si nada hubiera ocurrido.

Poco creíble para nosotros, pero era nuestra única esperanza.

El nido estaba desarmado y no tendría más de 4 centímetros de diámetro.

Intentamos reconstruirlo, pero fue imposible.

Finalmente encontramos la tapa roja de un bidón de agua de 5 litros y la usamos como soporte.

El nido estaba dispuesto a recibir al pichoncito de plumaje verde metalizado que no tenía más de un centímetro y medio de largo.

Le pregunto a Fabrizio por donde lo había encontrado porque a esa altura no recordaba con exactitud el lugar.

Ubicamos entre las ramas el nuevo nido con su colibrí dentro.

Muy tranquila la pequeña ave.

Ordenamos todo y nos quedamos observando desde lejos qué destino le esperaba.

Según la información encontrada, cada 15 minutos el la minúscula ave debe de comer y sus padres estarían presentes.

Esperamos hasta que apareció quien me gusta pensar era su madre.

Recorrió el cerco, o lo que quedaba de él luego de la poda, en busca de su cría.

Minuto o minuto y medio después la encontró.

¿Cómo lo encontró?

No sé, si olfato se supone que no tiene.

Por lo menos para oler a humanos.

A partir de ese momento las visitas “alimentarias” continuaron con normalidad.

Quince días después fuimos derechito a buscar el nido en la tapa roja.

Estaba abandonado pero con signos de haber sido utilizado con éxito.

Desde ese momento, a esa planta en particular, la recortamos con tijera y observamos todos los cercos verdes cuidadosamente para no interferir en la vida animal.

Porque nidos de calandrias y otras aves siempre vemos, pero de picaflores…

Los de picaflor son tan pequeños que hay que entrenar la vista.


Si te ha gustado la historia con o sin «aprendizajes entre líneas» por favor deja tu comentario o envía un correo pidiendo más anécdotas que te ayudarán a no cometer los mismos errores.


Y por si te quedaste pensando en los venenos…

Evitamos siempre que se pueda el empleo de productos químicos, pero si no hay más remedio, aplicamos aquellos que no dañan a las aves, las abejas y las mascotas.

2 comentarios en “Paaa, vení a ver ésto!”

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