Adrián y las macetas.
(Una historia indeleble “sin aprendizajes” entre líneas)
Esta es una historia sin aprendizajes.
O los aprendizajes están reservados para quienes deben contratar personal.
Hace unos cinco años Adrián se acerca a una de nuestras bases operativas en búsqueda de empleo.
Era primavera y muchos de nuestros clientes comenzaron a invertir en sus jardines para que se vieran más lindos y coloridos.
Época de fuerte trabajo y como nos estábamos acomodando del periodo invernal nos vimos un poco abarrotados de tareas.
Llevábamos tiempo trabajando en el sector pero por alguna extraña razón, ese año nos sorprendió y tuvimos que incorporar más personal para atender la creciente demanda.
Aquí ingresa en la historia Adrián.
Por aquel entonces éramos pocos, unos cinco empleados, mi socio y yo.
Adrián, como otros muchachos, se acercó a preguntar si había una posibilidad de trabajo.Justo llegó en el momento indicado, cuando la soga comienza a apretar el cuello.
En su presentación, conocía de jardinería, y había trabajado por algún tiempo.
Algo nos llevó a contratarlo sin periodo de prueba.
Supongo que la soga y la falta de aire influyó.
Se le entregó la indumentaria de trabajo y comenzó al día siguiente.
Durante la mañana, cortando el césped, todo parecía estar acorde a lo dialogado.
La sorpresa fue a la tarde cuando uno de nuestros clientes llegó con unas 50 dimorfotecas (Osteospermum fruticosum) para colocar en su jardín.
Mi socio lo lleva al jardín y distribuyen las plantas en los distintos canteros.
Como Adrián tenía cara de “pichón” (entiéndase: joven y con muy poca experiencia) nos aseguramos de que supiera realizar el trabajo.
Aquí nuestro error.
Le preguntamos si había colocado plantas antes.
¡Sólo le preguntamos!
¡No indagamos nada más!
Él por supuesto respondió afirmativamente.
Tranquilos porque la tarea era sencilla, se le dejó solo para que la realizara y coordinó la hora a la que se lo pasaría a buscar y controlar la calidad del trabajo.
Estoy seguro a esta altura del relato que te estarás preguntando de qué va la historia.
Es que lo que ocurrió en ese momento aun nos avergüenza porque Marina, la dueña del jardín, nos lo recuerda en forma jocosa cada primavera cuando colocamos alguna que otra planta.
Espero que cuando te cuente este “secreto”, no te rías.
Llega la hora de buscar a Adrián.
Vemos cómo ha cambiado el jardín con los nuevos colores y recogemos las herramientas.
Pero algo faltaba y no eran las herramientas.
Las macetas en las que venían las plantas.
Mi socio le pregunta si las había tirado o guardado (porque en ocasiones los clientes las conservan para hacer nuevas plantas).
La respuesta, junto con el signo de interrogación reflejado en su cara, fue:
No.
No, ¡¿qué?! Dijimos a coro.
No las tiré…
Ni las guardé…
Las dimorfotecas o margaritas del cabo, estaban colocadas en el jardín con maceta incluida!!!
¿Te podés imaginar eso?
Tuvimos que reprimir “ese instinto asesino” que se despierta frente a tremenda situación.
No sabíamos si reír o llorar.
Tuvimos que sacar cada una de las plantas de su lugar, retirar la maceta plástica, y colocarlas nuevamente en su sitio.
En eso llega Marina de trabajar y ve lo que ocurre.
Estábamos con las “manos en la masa”, y una anécdota indeleble creada.
Miento si te digo que hemos superado ese error de contratación, nuestro orgullo fue el más lastimado.
Hoy es una anécdota de la que nos reímos todos.
El «buenazo» de Adrián sigue trabajando con nosotros y creando más historias “graciosas”.
No sé si me explico.
Nosotros, no contratamos más jóvenes sin periodo de prueba.
Pero cometemos otros errores con los que seguimos aprendiendo.
Porque lo importante no es «no tropezarse, sino no hacerlo dos veces con la misma piedra».
Si te ha gustado la historia con o sin «aprendizajes entre líneas» por favor deja tu comentario o envía un correo pidiendo más anécdotas que te ayudarán a no cometer los mismos errores.